sábado, julio 6

A un año de la muerte de Carlos Alberto Mancuso, el cura exorcista de La Plata que supo luchar con el Diablo

El sacerdote explicó cómo expulsaba al Diablo de los cuerpos de la gente que llegaba a verlo desde distintas partes del país.

Este 3 de julio de 2024 es el primer aniversario del fallecimiento del padre Carlos Alberto Mancuso, el famoso exorcista de La Plata que liberaba a los poseídos por el demonio en una sala de la parroquia Nuestra Señora de Luján, de 60 entre 27 y 28.

el religioso contó cómo era su trabajo, que consistía en atender a los cientos de personas que se acercaban a la iglesia para liberarse del Diablo.

“La mayor parte del clero católico no quiere saber nada de exorcismos. Unos desprestigian la práctica como si fuera un juego de niños, y otros directamente no se animan porque les da miedo”, dijo en aquel momento y agregó: “La gente viene a buscar en nosotros algún auxilio, algún amparo, algún socorro, porque se sienten imposibilitados de enfrentar la situación que están viviendo. Nosotros escuchamos a todos para saber qué pasa y entonces yo me doy cuenta después de un diálogo: yo saco mis propias conclusiones que me llevan a una cierta certeza, de saber si la persona está posesa o tiene otra cosa”.

El padre Mancuso convocaba vía Facebook a la gente que buscaba atenderse con él. Un colaborador del padre les daba números, porque solo atendía por orden de llegada. Con ayuda de entre tres y cuatro laderos, llevaban adelante esas jornadas.

El Diablo es astuto, pícaro, artero y sagaz; hace las cosas a su manera para mal de todos

“Trabajo con hombres jóvenes y fuertes que pueden colaborar porque el endemoniado puede levantarse y atacar. El último viernes había un muchacho -al que ya habíamos exorcizado dos veces- que estaba vigilado por mis ayudantes y de pronto se levanta con energía, pega unos gritos y se vino para donde estaba yo. Los muchachos saltaron, lo agarraron, lo tiraron al suelo y les dije que lo pongan boca abajo. ‘Me aprieta, me duele’, decía, y a mí no me importaba, que le apriete, que le duela, él es el que ataca. Ahí se calló la boca y se quedó quieto. Lo que no sabemos es si quiso atacar o quiso salir”, dijo en aquella entrevista.

Así eran los casos. “Hay algunos que son muy graves porque hay gente que sufre mucho a causa de haber practicado esoterismo. Nosotros aconsejamos a la gente que no se acerque a los temas oscuros, porque detrás de eso hay fuerzas demoníacas sobre las cuales nosotros no tenemos poder total: al Diablo no lo puedo dominar yo, él es libre y hace lo que quiere, y casi siempre lo que él quiere es lo que nosotros no queremos, porque es en perjuicio del ser humano; el Diablo nos odia y todo lo que pueda hacer contra nosotros lo va a hacer”, definía.

“El demonio quiere arrastrar al infierno en donde él está a todos los seres humanos para ponerlos en contra del plan de Dios. En el fondo, pobre, es un idiota, porque con el conocimiento que tiene de todas las cosas tendría que saber que el plan de Dios es muy superior a todas las argucias que el demonio emplea”, continuaba explicando y definía: “La gente más propensa a ser poseída por el demonio es aquella a la que le gusta el esoterismo y el misterio”.

Había casos de gente que lo iba a ver porque les tiraron tierra del cementerio en sus casas. Entonces, en estas situaciones el padre recomendaba que “lo primero que hay que hacer es rezar, tirarle agua bendita y luego juntarla en una bolsa de plástico y tirarla donde haya agua corriente para que se vaya al mar”. “El cementerio no es un lugar simpático y menos de noche. Nosotros hemos comprobado que los endemoniados sufren más de parte del demonio después de que baja el sol; ahí reina más fuertemente el poder de las tinieblas”.

Mancuso sostenía que había muchísimas más mujeres endemoniadas que hombres. ¿Por qué? “Y… leé la Biblia: la primera mujer dialogó con Satanás, Eva. Y Adán, nada. Y la cabeza de la humanidad era Adán, porque Dios creó al hombre para gloria de Dios y a la mujer para acompañar al hombre. Y bueno, la compañera le resultó media complicada, porque se metió con el Diablo -con quien no hay que meterse-. Podemos disculparla diciendo que ella no sabía y le hizo caso al Diablo, que es mentiroso por excelencia, y comió la fruta, así la pobre infeliz cayó en el primer pecado”, explicaba. “Como generalmente son mujeres, por lo tanto hay que entender un poco de feminismo para poder hablar con el demonio”, decía en plena ebullición social por la discusión de la ley del aborto en el Congreso.

“Ven que te voy a llevar a mi mansión”, le dijo el demonio a una mujer, en uno de los casos que Mancuso atendió y recordaba en aquella charla. “Es una palabra tan exquisita, pero la mansión de él está compuesta por fuego, llamas, tormento, tortura, odio. O sea que de mansión no tiene nada”, decía y reflexionaba: “El hombre por curiosidad, quiere saber, o quiere pedirle ayuda (al demonio), pero es la peor ayuda de todas, porque el demonio después te pasa la factura: te manda enfermedades, accidentes, desgracias; él no hace gratuitamente ningún favor a nadie. La parte más loca en la vida de un hombre es meterse a negociar con el Diablo”.

“El Diablo es astuto, pícaro, artero y sagaz; hace las cosas a su manera para mal de todos”, repetía. Mancuso comentaba que solía hablar con el demonio pero que al mismo tiempo trataba de evitarlo, porque no le creía. “Generalmente los posesos no tienen ganas de venir, porque por dentro tienen un motor que va al revés, que es el demonio. El demonio no quiere que yo lo eche de ahí. Otras veces es el mismo demonio que me dice ‘yo estoy aquí porque me obligaron’, o sea que no es por voluntad de ellos; no sé quién los obliga, ni qué, ni cómo, ni dónde, pero de alguna manera él está sujeto a una obediencia”, expresaba.

Los endemoniados del papa Francisco

El padre Mancuso entró en el seminario en el año 1951 y desde aquel entonces se interesaba por todas estas cuestiones. Fue ordenado sacerdote once años más tarde y un tiempo después ya comenzó con los exorcismos. Y tan bien le fue que el papa Francisco -cardenal Jorge Bergoglio por aquel entonces- le envió repetidas veces a sus propios endemoniados para que él los exorcizara. “Ahora en Roma él tendrá un montón de exorcistas a su cargo para actuar cuando necesite. Pero bueno, aquello demuestra que el sumo pontífice -cuando estaba acá- creía en lo que nosotros estábamos haciendo”, decía Mancuso en la entrevista de 2018.

“Yo fui ordenado sacerdote en 1962, y a lo largo de la vida sacerdotal uno va encontrando gente con distintas problemáticas y sufrimientos, algunas realmente muy dolorosas y otras más triviales”, rememoraba. Cuando hacía memoria para intentar explicar qué fue lo que lo movilizó para comenzar a luchar contra el Diablo, hacía una salvedad: “Nadie empieza con esto porque el tema le resulta taquillero”. “La vida nos va acercando a la problemática cotidiana en medio de la población en que vivimos y uno va respondiendo a las necesidades de la gente. Yo cuando entré en el seminario, en 1951, ya me interesaban estas cosas, y recuerdo que el primer libro que leí, uno muy chiquitito, sencillo, se llamaba 33 días de espiritismo; era una narración de gente relacionada con el espiritismo y sus consecuencias”.

“Todos los obispos católicos son exorcistas per se, por el hecho de ser obispos. Tienen un poder muy grande sobre el demonio, no es necesario recurrir al Santo Padre o a Roma. Nosotros no podemos hacer nada sin el permiso del obispo; entonces tenemos que recurrir a la autoridad eclesiástica para que ellos nos faculten a los sacerdotes simples para este enfrentamiento con el espíritu del mal”, decía.

“Yo tengo de modelo el exorcismo de la época de San Pío V, allá por el año 1614. Con el correr del tiempo la Iglesia fue tocando el ritual, hasta llegar al día de hoy”, explicaba. Se trataba de un rito que duraba en promedio media hora y que no siempre era efectivo en ese primer rato, sino que en varias ocasiones se requería de más encuentros. “Puede ser que en ese rato no lo pueda expulsar, porque la persona tiene que estar dispuesta, tiene que desear”, relataba. Muchas veces, Mancuso se encontraba con la pregunta del Diablo, encubierta en la voz del poseído: “¿Para qué me querés echar?”. Y ahí arrancaba un intercambio que podía llegar a terminar con agresiones físicas.

“Recuerdo a una chica endemoniada que estaba sentada en el suelo y cuando me vio entrar se encogió toda y se agazapó con un susto tremendo. Pero no era la chica, era lo que tenía adentro, el demonio. Ellos descubren enseguida quién es el que los puede expulsar. El demonio no quería saber nada con verme a mí, pero bueno, ‘lo lamento, esta es mi tarea'”, describía. Pero en ningún caso hubo endemoniados que giraron sus cabezas 360 grados ni tampoco que vomitaron líquidos sobrenaturales. De hecho, el padre minimizaba las historias que se cuentan en las películas que tratan esta temática, porque “no muestran lo que pasa en la realidad”.

“Yo trato de ver películas cuando aparecen así puedo tener una opinión. Algunas son poco felices, no reflejan la realidad, son poco románticas -no se puede llegar a un amor entre una mujer y un demonio, por ejemplo-, no saben dónde poner el granito de sal que se necesita para que la película sea más interesante; si se asemejan mucho a la realidad pierden interés. Las películas, para que sean taquilleras tienen que ser llamativas, atrevidas, avanzadas. Para mí son un entretenimiento y nada más, las veo para saber qué piensan los autores cinematográficos acerca del demonio y el exorcismo”, decía y confesaba haber visto, además de la famosa El exorcista (1973), El exorcismo de Emily Rose (2005) El rito (2011).

La muerte de Carlos Alberto Mancuso

Carlos Alberto Mancuso murió a los 89 años el 3 de julio de 2023. En el último tiempo estaba padeciendo un deterioro en su salud y, según informaron desde su entorno, falleció en su casa serenamente.

“Lamentamos informar que hoy, lunes 3 de julio, falleció el Padre Carlos Mancuso, luego de que su salud fuera desmejorando poco a poco en los últimos días. Sus restos serán velados en la Parroquia San José (6 esq. 64) el martes 4, a partir de las 9 hs. y la Misa Exequial será a las 10.30 hs., para ser sepultados luego en el Panteón del Clero del cementerio local. Rogamos una oración al Padre con gratitud por el testimonio de fidelidad sacerdotal y su fecundo ministerio”, confirmó aquella jornada el Arzobispado de La Plata.

El religioso había nacido en nuestra ciudad el 8 de febrero de 1934. Realizó sus estudios primarios en la Escuela N° 83 de Los Hornos e ingresó en el Seminario Menor Nuestra Señora de Luján el 3 de enero de 1951. Cursó filosofía y teología en el Seminario Mayor San José de la misma ciudad. Ordenado Presbítero el 8 de julio de 1962, fue Vicario Cooperador en las parroquias Nuestra Señora de los Dolores (en la Catedral de La Plata), Nuestra Señora de los Dolores (en la ciudad de Dolores) y Nuestra Señora de la Merced (en Chascomús). Se desempeñó como Cura Párroco de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Durante varias décadas prestó servicios como Párroco de la Parroquia San José de La Plata y como Director Espiritual de Jornadas de Vida Cristiana. Fue Capellán del Colegio Corazón Eucarístico de Jesús y confesor del Seminario San José, del monasterio de las Madres Carmelitas de La Plata y de la casa del Padre Pío. Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de La Plata, también atendió personalmente a los fieles que deseaban consultarlo en el Hogar Sacerdotal de la misma iglesia. En su momento, el exarzobispo platense Héctor Aguer lo designó exorcista de esta Arquidiócesis, y así su figura se popularizó no solo en La Plata sino en el resto del país.